martes, 16 de diciembre de 2014

Los amantes de Teruel

Luna y Enzo son dos amantes separados por una valla, a veces blanca, a veces negra.
Ella es una amazona que corre a la velocidad del viento, depredadora y majestuosa en todo su esplendor. Él, un pobre lacayo que limpia sus zapatos y obedece órdenes aunque a veces no las entienda.
Ambos se observan desde la distancia más completa, se intuyen, y sueñan con el día en que nada se interponga entre los dos.
En ocasiones, aparece entre los barrotes una pata que quiere tocar, un hocico que quiere oler, o unos ojos que desean estar más cerca. Y es en ese instante cuando piensan que quizás el momento soñado esté a sólo un paso, que la hora de romper las cadenas y saltarse las normas ha llegado, pues no pueden seguir viviendo alejados por esos centímetros que permiten verse, rozarse, pero no tocarse y sentirse en plenitud.

Durante el día, hay pequeños espacios de tiempo en los que la valla se abre, pero Luna es condenada a esperar sentada y aparentar que nadie pasa por delante, y Enzo es conducido como un rayo a su prisión donde duerme, aunque eso es lo que piensan los demás, en realidad él está recreando en su mente el preciso segundo en que ambos estuvieron más cerca que nunca. Ese momento les sirve a los dos para no morir de angustia hasta la próxima vez que sus cuerpos se crucen.

Pero llegó aquello que siempre desearon; se abrió la cancela y aunque nunca solos, pudieron pasar un tiempo precioso en el que ambos andaron, se olieron, se reconocieron y y la longitud de sus correas les permitió hablarse al oído y decirse todo lo que habían memorizado en años, algo que nunca nadie sabrá.

Enzo y Luna son como los amantes de Teruel, pero nada de tontos... más bien reina ella y sirviente él.


https://www.youtube.com/watch?v=U0C6SV5AVoY




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