lunes, 15 de diciembre de 2014

Cuando más te necesito.

Hoy, para cambiar con respecto a las otras entradas, quiero hablar en presente, de cosas que pasan en el día a día con Enzo.

De normal puedes encontrarlo durmiendo en su cama, en una esquina del salón, enroscado todo lo que puede y con episodios de ronquidos y suspiros alternos. Es una de las cosas que más adoro hacer, mirarlo mientras sueña, cuando se levanta, se estira todo lo grande que es, y se vuelve a acostar, cuando mueve la cola en sueños, o cuando abre los ojos medio durmiendo y me mira pensando: ah, sigues ahí...
Pero hay veces en las que necesito sentirlo cerca, y desde que hace más de año y medio mi rodilla no me permite agacharme con él, me resulta imposible acurrucarme si no es subiéndolo al sofá. Muchos especialistas en psicología canina lo prohíben tajantemente, pero pienso que mientras se suba solo cuando tú se lo digas, y se baje cuando se lo ordenes, no hay problema alguno, simplemente debe obedecerte.

Hoy era uno de esos días, se acercan las horas de la tarde en las que sufro mucho, tanto dolor me hace sentir una angustia importante cuando veo que llega el momento y tengo la necesidad de que me de su calor, y sentir el peso de su cabeza sobre mi cuerpo. Así que lo llamo desde el sofá, se despierta medio sobresaltado y le digo: "ven, sube que te necesito cerca", él llega de un salto con todo el cuidado de que es capaz, pega todo el lomo a mi, y se deja caer con la cabeza sobre mi rodilla maltrecha... es cierto que me hace daño en el primer momento, pero luego se pasa.. él hace que el dolor se vaya y que sea capaz de aguantar la incomodidad de no moverme durante unas horas. Sabe que el contacto de su pelo con mi pijama es un bálsamo de bienestar, y el calor de su piel traspasa la tela y me llena de tranquilidad, justo lo que más falta me hace.

Es posible que ellos no entiendan lo que nosotros pensamos que entienden, es decir, que lo que para nosotros es cariño, para ellos puede significar algo distinto, pero qué queréis que os diga, si tenerlo en contacto físico conmigo me alivia, no voy a dejar de hacerlo mientras no desencadene conductas erróneas en él, y por el momento, no ha sido así. 

Acariciarlo cuando estoy angustiada me baja las pulsaciones, mirar cómo duerme a mi lado hace volver el optimismo, y si en un descuido él roza mi pierna cuando se despereza, aparece una sonrisa en mi cara que vale más que cualquier norma de conducta canina.  

Gracias por estar y ofrecerme lo mejor que tienes, sin explicaciones, sin reproches y sin medidas, por cuidarme en tu distancia y hacer que las cosas sean mejores si te quedas.

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